El distrés o estrés negativo se produce como consecuencia de las cargas emocionales que acumulamos sin posibilidad de tomar un descanso adecuado.
Aunque el estrés no sea en principio ni positivo ni negativo, sino solo energía de adaptación, cuando la mayor parte de nosotros usa la palabra “estrés” quiere en realidad referirse a los efectos negativos de este.
El estrés “negativo” se llama científicamente distrés. Mucha gente sufre, en algún grado, de distrés; algunas investigaciones revelan por ejemplo que el 89% de los americanos adultos experimentan sus síntomas y que el 59% admite incluso sufrirlos al menos una vez a la semana.
1ª Fase del distrés: fatiga física y/o mental crónica
A pesar de tener normalmente energía física y mental, en esta fase se experimentan algunas señales de que el distrés está empezando a afectar a nuestras “reservas” de vitalidad: picos regulares de fatiga extrema, necesidad de dormir más de lo normal, carencia de entusiasmo, agotamiento que obliga a tomar estimulantes y/o calmantes. A la vuelta a casa del trabajo lo único que se desea es colapsarse. Con el tiempo, el derrumbamiento diario parece empezar siempre más pronto, hasta que una mañana uno apenas se puede arrastrar fuera de la cama.
Normalmente, en esta fase los análisis médicos no encuentran ninguna prueba orgánica de enfermedad. Dado que no hay ninguna causa medica realmente relevante, no suele haber suficiente motivación para hacer algo al respeto para volver a recuperar vitalidad… y entonces se acaba creyendo que los problemas de fatiga son solamente el precio por envejecer.
2ª Fase del distrés: problemas interpersonales y desenganche emocional
En esta fase, el comportamiento de la persona comienza a cambiar y como consecuencia se experimentan varios problemas con compañeros de trabajo, familia y amigos. Se empieza a pensar que el mundo entero se haya vuelto nuestro enemigo (el conductor que nos corta el camino, la camarera lenta, el compañero de trabajo que nos mira mal) y se esta a la deriva de sentimientos opuestos.
En esta etapa, la persona desconecta de los demás, incluso de amistades y familia; se hace sospechosa y hostil hacia ellos, enfadándose o alterándose por acontecimientos triviales y finalmente invierte siempre menos tiempo en las relaciones, retirándose siempre más en si misma.
3ª Fase del distrés: turbulencias emocionales
En la tercera fase del distrés, el cocer a fuego lento de la etapa anterior se ha hecho un hervir casi constante. Las emociones internas se hacen cada vez más agitadas y acaban afectando a las capacidades de la persona, que empieza a dudar de si misma, incapaz de enfocar y concentrarse, arreglar prioridades o tomar decisiones. Los problemas interpersonales se hacen, en esta fase, aún más pronunciados y las relaciones más tenues.
Por consiguiente, la capacidad de mantener el equilibrio emocional disminuye y uno se puede volver fácilmente deprimido o explotar sin la mínima advertencia. La reacción a lo que alguien dice o hace o incluso a como una persona nos mira es a menudo desproporcionada respecto al acontecimiento que la causa. Las prestaciones en el trabajo sufren significativamente.
4ª Fase del distrés: dolencias físicas crónicas
En la cuarta fase, el cuerpo comienza a informar en voz alta de que está pasando demasiado tiempo en un estado de estrés crónico. El síntoma más obvio es la tensión muscular, en particular en el área del cuello y del hombro, las lumbares, además de dolores de cabeza que se vuelven migrañas cuando se intenta relajarse.
Tampoco en esta fase los análisis médicos suelen encontrar claras causas fisiológicas a las dolencias. Por suerte, estas pueden ser tratadas con técnicas como por ejemplo acupuntura, masaje, programas de ejercicio físico; sin embargo ninguna de estas cosas consigue eliminar las dolencias de manera definitiva sin no se acompaña de acciones concretas dirigidas al control del estrés subyacente.
5ª Fase del distrés: enfermedades relacionadas con el estrés
La quinta fase del distrés es un estado de agotamiento crónico. En este punto, el daño invisible al cuerpo y acumulado durante el tiempo se manifiesta finalmente en forma de enfermedades específicas: desde resfriados, gripe, úlceras, colitis, asma, hasta hipertensión, problemas cardiovasculares y serios estados de deterioración física que en algún caso requieren cirugía.
En esta fase, cuando uno se relaja, por ejemplo tomando unas vacaciones, su cuerpo pasa por rápidos cambios hormonales que pueden provocar emergencias médicas como, por ejemplo, infartos. Esto explica porque a veces nos enfermamos justo durante las vacaciones o el fin de semana.
Esta fase ha sido comparada a un estado de edad avanzada. De hecho, como investigaciones científicas demuestran, la quinta fase del distress es sinónima de un envejecimiento rápidamente acelerado.
En esta fase las curas médicas que se suelen sugerir tratan la enfermedad específica, pero tal como ocurre en la anterior fase, tampoco actúan cobre la causa subyacente, es decir el estrés. Sin actuar sobre el estrés las enfermedades seguirán procurando daños físicos.
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